20 abril 2009

Mi Estrella...

Mi Estrella
Solo una estrella brillaba en el firmamento, y solo aquella pequeña luz iluminaba su diminuto mundo. Indefenso y solitario, un niño contemplaba el cielo, se había adueñado de su ahora chiquilla lucecita. Era tan brillante y cálida, solo con verla el pequeño niño olvidaba aquellas penurias que su infantil alma sufría. Ella era su amiga su única compañera.

A veces él desconocía su nombre, tenía tantos que los olvidaba al instante. Bruscos, hirientes y groseros, le entristecía oírlos, lloraba en silencio en las noches, bajo el cuidado de su pequeño alborcito que lo consolaba, su estrella nunca le fallaba.

“Me pregunto, si las estrellas están encendidas a fin de que cada uno pueda encontrar la suya algún día.” Eran sus palabras entre lagrimas y gemidos, el niño siempre había soñado con alcanzar su estrella, aquella que solo debía estar encendida solo para él.

Carente de familia, repleto de dolor, solo era un que poseía un enrome corazón en el cual albergaba sueños y anhelos de cariño y de amor. Solo su diminuta estrella era amable con él, lo acompañaba a curar sus heridas y a veces le arrullaba con una dulce canción en las heladas noches.

Pronto el tiempo fue el tiempo fue pasando, rápido y cruel. El niño se volvió hombre, y su estrella un recuerdo. Había comenzado una nueva vida solitaria y austera, llena de aventuras que nunca supo apreciar, hasta que opto por encerrarse entre muros patéticos de su propia existencia. Exiliado por sí mismo, pronto olvido su pasado, frio y amargado desecho sus recuerdos, sus sueños sus esperanzas. Recordar era sufrir, soñar era lastimarse, tener esperanzas era una pérdida de tiempo. Solo seguía adelante sin propósitos, sin metas, solo por supervivencia.

Era un hombre que desconocía lo que quería, viendo el frente sin pestañar. Pero no duro por mucho. Tenía que aprender y cambiar, tarde o temprano su pasado volvería.
Una congelada noche, agitada en pesadillas y tormentas, un lastimero murmullo de socorro toco su puerta. Era una voz dolorosa y triste, pero le era tan familiar.

—Solo es mi imaginación…

Se dijo y siguió con su deber, la leña pronto se acabaría en su humilde cabaña. Pero se distrajo en el instante, el lastimero murmullo se convirtió en una suave y dulce tonada, una melodía tan triste que le arrebato lagrimas de sus ojos. ¿Qué era? ¿Por qué le partía el corazón oír esa melancólica canción? Sacudió sus tontos pensamientos, era una completa estupidez, solo estaba delirando…

“…Pequeño…”

Aturdido y confundido, hasta un poco asustado corrió al exterior recibiendo el cruel frio sintiendo helados latigazos golpear su piel. Buscó la dueña de la melodía, pero estaba solo junto a una pequeña lucecita en lo alto del firmamento.

“…Mi niño, ¿ya me has olvidado?...” ¿Quién era? Su vista nublada por la ventisca y la nieve le impedía ver algo, pero esa voz le era tan familiar. “…Vivimos tanto juntos, fuiste mi único amigo, te acompañe en tus lagrimas y tus pocas alegrías…Aun recuerdo como te arrullaba en las noches, como me pedias que te cantara hasta que te arropaba con mi luz y te dormías en mi regazo… ¿Aun no me recuerdas?...”

Sus rodillas cayeron al piso, ya no sentía el frio torturar su carne, ni el aliento faltarle. Aquella cándida luz solitaria en el firmamento intensifico su brillar, lo cegó por un instante sin dejar de derramar lagrimas de sus ojos, gotas heladas que bajaban como cristales por sus mejillas. Una cálida caricia y un tibio beso en la mejilla…

El ya sabía quién era ella…

Un último suspiro salió de sus labios, acompañado de solo dos palabras…

“Mi estrella…”

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Un niño y su madre paseaban por el parque. La mujer le relataba al infante una historia que su padre le había relatado de niña, sin embargo el pequeño no le prestaba la debida atención, cosa no tan rara en el niño, estaba más interesado en el firmamento nocturno. Dos estrellas junto a la luna, una al lado de la otra brillaban con increíble fulgor, como dos amantes, sus luces se abrazaban.

—Y entonces el joven y su estrella subieron al cielo para estar juntos por siempre…

—¿Cómo esas de ahí mamá? —señalo al cielo. Había alcanzado a oír el final de la historia, la cual le había decepcionado un montón al no ver en ella batallas y dragones como se esperaba.

Sin darse cuenta, su madre observo a donde su dedo apuntaba. Una luz nostálgica cruzo su mirada de inmediato.

—Si pequeño, como ellas…

Desirée Moreno