25 abril 2010

Inquietud...

Uno, dos…tres, ahora son cuatro…cinco, seis…No importaba lo mucho que siguiera enumerando las clases de nubes que paseaban como algodones de azúcar en el paisaje de un claro cielo azul. Esa clase pronto terminaría.

Potente y seria, aquella voz podía mover montañas. ¡Ja! Condenado imbécil, susurro con desprecio. Lo odiaba, con todo su ser, con todas sus fuerzas, con todo él. Lo ponía negro con solo verlo cruzar la maldita puerta cada mañana, le provocaba arrancar aquella delicada y perfecta cabeza de un tajo. ¡¿Por qué demonios todas las mujeres a su alrededor de hacían babas frente a tan semejante sujeto despreciable?! Era inexplicable, confuso, atormentador…frustrante.

No eran las únicas, ¿cierto?

En medio de una privacidad casi etérea al fondo del aula una mano pequeña y juguetona quiso travesear con él. Una traba, un bache en un camino muy incierto. ¡Maldita sea! Espeto su conciencia confundida al ver esa mirada como oro y fuego clavarse en el juego indecoroso en el que se vio inmerso con su compañera. Su novia. Decepción, dolorosa decepción.

Inquieto, hizo a un lado aquella interferencia. Ya no más decepción en su mirada. Ahora solo el crudo filo de la depravación, una espera interminable e inquieta que le movió las entrañas de un lado a otro por otros dos minutos y otras cincuenta nubes.

Adiós incertidumbre. La clase había acabado antes de que pudiera darse por enterado y antes de que pudiera comprender que solo estaban ellos dos. Solos, inquietos.

—¿Debo preguntar por su comportamiento en mi clase Sr.? —retorica o no, casi se vio tentando a dar una explicación. Se mantuvo en silencio. Soberano hijo de perra. Él solo sonrió con desdén. Sera para la próxima.

—¡Hump! —espetó.

Una mirada ladeada compartida entre ambos, mutua, se plantó en sus ojos, luego una más ceñida al apego. Qué enorme secreto debían guardar. Inquieto, colgó su mochila en su hombro, soltó un carrasposo gruñido de rabia incontenible y con impulso, inquieto, le abandono en medio de un escenario dueño de recuerdos confusos e inciertos de encuentros apasionados y violentos.

Agresivos. Inquietos.

—…hasta la próxima clase.

Una sonrisa ladina se asomó por sus labios. Intencionada y peligrosa, en espera de su reacción.

—Hasta la próxima.

——-

¿Deseas ser respetado como artista? Comienza primero a respetar el trabajo de los demás…


Está historia surgió de una manera muy peculiar, digamos que es mi primera incursión en este género pero tengo fuentes fidedignas que dicen que posiblemente tengo futuro. ^^ Qué éxito!!

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